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Arte Romano

Arte Romano. Un arte al servicio de un imperio

El arte romano, al igual que su arquitectura e ingeniería, se extendió, como su imperio, a lo largo y ancho del perímetro del Mar Mediterráneo, siendo uno de los principales exponentes de la avanzada civilización romana.

El arte romano hunde sus raices en diversas influencias, especialmente del mundo etrusco y del griego.

La fuerte organización y personalidad del Imperio Romano exige un arte y una arquitectura que aúne el carácter funcional con el propagandístico. De esta forma nace un arte muy centralizado y unitario que abarca todo el imperio, no sólo Roma sino, en mayor o menor medida, a todas su provincias.

No cabe duda que el arte romano es la manifestación artística más significativa de la historia del mundo occidental, ya que su influencia nunca se ha dejado de percibir a lo largo de los muchos siglos desde su desaparición en toda Europa. No ha habido momento histórico (quizás el gótico es el arte y arquitectura más alejada del canon romano) que no haya sufrido en mayor o menor medida su influencia.

Los romanos penetraron en la Península Ibérica en el 218 a.de C. y sobre todo, a partir de la mitad del siglo II a. de C. empezaron a crearse asentamientos estables. No tardó en generarse una pronta e intensa romanización que duró más de cinco siglos y que he dejado en nuestro suelo restos arqueológicos de primer orden.

El Arte Romano tiene su principal manifestación en la arquitectura, tanto religiosa, como civil. pero otras manifestaciones de primer orden son su magnífica escultura y en menor medida la pintura.

El mosaico es otra de las artes más brillantes del mundo romano.

Durante el periodo del "Bajo Imperio Romano" proliferaron las villas decoradas con maravillosos mosaicos

Las villas tardorromanas tuvieron frecuentemente sus suelos cubiertos por hermosos mosaicos con figuras geométricas, escenas de caza, mitológicas, etc.

Arquitectura Romana

La característica esencial de la arquitectura romana es, sobre todo, su racionalidad y funcionalidad. Sin embargo, no debe olvidarse que su deliberada grandiosidad monumental como expresión del poder y superioridad de Roma frente a los pueblos conquistados. La arquitectura romana es heredera de la etrusca y en menor medida de la griega. Su evolución y variedad regional fueron relativamente pequeñas, presentando gran uniformidad debido al apego a principios más o menos estables fijados por el veronés Vitruvio en el siglo I d. de C.

A la arquitectura arquitrabada de los griegos, la romana incorpora, de manera constante, el arco y la bóveda de raigambre etrusca. Las bóvedas empleadas fueron principalmente la cupuliforme, la de medio cañón, de horno y la de arista.

Los materiales empleados fueron básicamente la sillería pétrea, la mampostería, el ladrillo, en combinación frecuente con argamasa de hormigón.

Aunque los romanos emplearon los clásicos órdenes arquitectónicos griegos, los usaron con mayor libertad combinándolos entre sí en la misma fachada.

Arquitectura religiosa: el templo romano

El templo romano es de ascendente etrusco y griego. Del templo etrusco toma su ubicación sobre un alto podio con un único acceso frontal. Del templo griego toma la larga cella y la columnata perimetral, aunque salvo en el pórtico de acceso, que son exentas, están adosadas al muro. Es precisamente en este frontal donde su aspecto más se asemeja al del mundo griego.

En España se conservan restos de numerosos templos, aunque suelen ser muy parciales.

Destaca el muy bien conservado pero pequeño templo de Vic (Barcelona) y los restos de los templos de Diana y Marte de Mérida (Badajoz), Córdoba (VER IMAGEN SUPERIOR) y Talavera la Vieja (Alcántara).

Entre los monumentos funerarios, destaca la Torre de los Escipiones de Tarragona, el Dístilo de Zalamea de la Serena (Badajoz), el Mausoleo de Los Atilios en Sádaba (Zaragoza). Mención especial merece el Mausoleo de la villa de Centcelles (Tarragona) por ser el monumento paleocristiano más importante de cuantos se conservan en España.

Construcciones civiles

Las ciudades fueron los grandes centros de la convivencia y en general de la civilización romana. En España destacaron las ciudades de Tarragona, Sagunto, Cartagena, Barcelona, Córdoba, Sevilla, Itálica, Mérida, Zaragoza, Valencia, Toledo, Segóbriga, Lugo, Astorga, León, etc.

Estas ciudades romanas necesitaron amurallarse para defenderse de las agresiones. Algunas de ellas lo hicieron al comienzo de la romanización, cuando las guerras con los pueblos celtíberos eran una amenaza real (Tarragona, Córdoba y Carmona). Las demás lo hicieron sobre todo en el siglo III, con las primeras invasiones germánicas.

En estas ciudades se construían edificios públicos para diferentes servicios y actividades (económicas, deportivas y de esparcimiento). Frecuentemente estos edificios se situaban en el foro, verdadero centro neurálgico de la urbe romana. Las termas eran grandes complejos arquitectónicos de esparcimiento y salud pública, donde se establecían baños de diferentes temperaturas (fría, templada, caliente, sauna) en salas distintas.

La basílica, edificio de tres naves separadas por columnas y con rematado en ábside, era el lugar dedicado a las transacciones mercantiles y servía también de juzgado. En la curia se celebraban reuniones políticas.

Algunos de los edificios más emblemáticos del mundo romano fueron los dedicados a los espectáculos. Solían estar cerca de la ciudad, pero fuera de las murallas.

El teatro romano, heredero del griego, dedicado a la representación de obras de dramaturgos clásicos, tenían forma semicircular y se dividían en orchestra, escenario y cavea o graderío. El anfiteatro, espacio ovalado fruto de la unión de dos teatros por la escena (de ahí su nombre) se usaba como lugar para la contemplación de luchas de animales, gladiadores, ejercicios circenses, simulación de batallas navales, etc. Por último, el circo, estaba destinado a carreras de cuádriga y era un espacio muy alargado en cuyo centro se colocaba la espina con grandes estatuas.

De la Hispania romana, quedan importantes restos arqueológicos de teatros romanos, como el de Mérida, de gran belleza e importancia, pero también citamos los de Tarragona, Sagunto, Pollentia, Clunia, Osma, Toledo, Itálica, Regina, Málaga, Medellín, etc. En cuanto a anfiteatros, en aceptable estado quedan el de Itálica (el cuarto en tamaño de todos los romanos), Mérida, Tarragona y Segóbriga. Circos, se han localizado los de Tarragona, Calahorra, Mérida y Toledo, aunque dada su enorme extensión -el de Merída llegó a tener 435 metros de longitud- no han sido demasiado respetados por el tiempo y las obras acaecidas durante los muchos siglos posteriores. También, su material pétreo ha sido utilizado como cantera popular para la construcción de otros edificios.

Teatro romano de Mérida

En el terreno de las construcciones conmemorativas, se levantaron grandes columnas, pero sobresalen, por su belleza, los arcos de triunfo, edificios levantados con arco sencillo o triple, en los accesos a las ciudades para celebrar algún éxito militar o realzar la figura de algún político. En España tenemos el arco de Medinaceli, el de Bará y Cabanes. Lamentablemente, el de Caparra, de espectacular estructura cuadrifonte, está peor conservado.

Obras públicas

Las ciudades romanas, bien creadas sobre asentamientos indígenas o de nueva creación, exigieron la construcción de grandes obras para salvar ríos, abastecer de agua potable la urbe o facilitar viajes entre esas ciudades. Por ello, algunas de las obras de arquitectura romana más interesantes son los puentes, acueductos y calzadas.

En España, probablemente, los mejores puentes romanos que se conservan son los de Alcántara y Mérida, de perfil horizontal. Sobre esto diremos que la mayor parte de los puentes españoles anteriores al siglo XVII tuvieron base romana, sobre la que se hicieron reformas en época bajomedieval, variando su perfil convirtiéndolo en lomo de asno.

El puente de Alcántara, sobre el Tajo, es una magnífica obra de pericia ingenieril. Los sillares se asientan sobre la roca -sin cimentación- a soga y tizón. La longitud del puente es de 194 metros y la altura de la parte central, de 47 metros. Todos sus arcos son de medio punto. Fue erigido en el año 106 por el arquitecto Cayo Julio Lácer. En su centro se levanta un arco triunfal y en su cabecera un pequeño templo.

El larguísimo puente sobre el Río Guadiana de Mérida es obra del siglo I a. C. Tiene una longitud de 792 ms. y 62 arcos y es una obra de máxima importancia para la configuración urbana de Mérida. Aunque ha sufrido destrucciones parciales y restauraciones, todavía conserva tramos de gran autenticidad romana.

Puente romano de Mérida

La arquitectura romana tuvo uno de sus más espectaculares exponentes en los acueductos que transportaban agua a las ciudades desde manantiales o ríos. Su construcción era muy compleja y en ocasiones se tenían que salvar grandes desniveles por lo que en esas zonas su estructura era de arquerías superpuestas.

Acueducto de Segovia

El mejor acueducto que queda de Hispania y una de las obras de arte e ingeniería más grandiosas del mundo romano es el acueducto de Segovia, construido probablemente entre la segunda mitad del s. I y principios del II, en tiempo de los emperadores Vespasiano y Trajano. Tiene una longitud de 728 metros y 28,29 de altura en su punto más alto. Su construcción es a base de sillería sin argamasa de granito y consta de 167 arcos.

El acueducto de Mérida

El Acueducto de Los Milagros de Mérida medía 830 metros, con una altura de 25 y proporcionaba agua a la ciudad procedente del embalse de Proserpina. Todavía subsisten algunos pilares y arcos de granito y ladrillo, que al combinarse proporcionan una agradable y curiosa impresión cromática.

Tampoco les va a la zaga el extraordinario Acueducto de Ferreres que transportaba agua hasta Tarraco (Tarragona) construido en el siglo II, en la época de Trajano. Aunque tuvo una enorme longitud en su origen, actualmente conserva tan solo 164 metros y tiene una altura máxima de 26.

Una curiosa y transformada obra civil de arquitectura romana en terreno español es el faro denominado “Torre de Hércules”, aunque su aspecto exterior es neoclásico por la transformación que sufrió en 1791.

Escultura Romana

Aunque la escultura romana tuvo infinidad de representaciones, soportes y funciones, no cabe duda que es el retrato la más sobresaliente.

Escultura romana: Sepulcro de la Orestíada. Husillos. Palencia

Precisamente, la escultura romana destacó sobre la griega en lo relativo a la creación de la escultura-retrato. Y es que el retrato romano hunde sus raíces en el arte etrusco, aunque también en el mundo helenístico griego y en las “máscaras mayorum”, es decir, máscaras de cera que se aplicaban al rostro de los difuntos para su recuerdo y culto posterior.

Los materiales más utilizados en el retrato romano fueron el bronce y el mármol: Las estatuas eran apolícromas, no estaban coloreadas, salvo en un primer momento en que los ojos sí se coloreaban, práctica que se abandonó posteriormente para ser tallados.

Hermoso retrato de dama romanaAl comienzo, la escultura romana de retrato sólo representaba la cabeza y parte del cuello. Posteriormente, se avanza en la representación de todo el busto, incluyendo hombros y pecho.

No obstante, también se esculpieron esculturas de cuerpo entero. En estas estatuas el personaje podía estar de pie o sentado (es más frecuente el retrato sedente en mujeres que en hombres)

También parece que debió existir el retrato ecuestre del emperador, pero sólo ha llegado a nuestros tiempos uno solo. Aunque la influencia de esta representación de poder tuvo una gran influencia en la escultura de etapas posteriores donde fue muy frecuente la representación de los monarcas o de grandes señores cabalgando sobre su caballo.

La escultura romana del retrato nació para el emperador y luego se adaptó a otro tipo de personajes pudientes que pudieron costearse el trabajo de los artistas. De ahí que sea importante conocer los tipos de retratos que se hicieron a los emperadores porque luego, en menor o mayor medida se adaptaron al resto.

Retrato togatos. Representación religiosa con toga y manto sobre la cabeza.

Retrato toracatos, Representación militar, con coraza.

Retrato toracatos de Augusto (replica ubicada en Zaragoza)

Retrato apoteósico, Representación divinizada divinizada de cuerpo desnudo, corona de laurel y atributos de un dios.

El retrato romano evolucionó durante distintas etapas, y su evolución puede rastrearse por unos cuantos detalles, como los ojos, y la forma de representar barba y cabello.

En el retrato romano femenino, además, quedan patentes las modas en los peinados.

El retrato romano en la República

En los retratos de época republicana la escultura romana tiene gran realismo, con los rasgos faciales muy acentuados, que recuerdan todavía a las máscaras mayorum.

El retrato es de busto corto, mostrando sólo cabeza y cuello. Los hombres llevan pelo corto.

El retrato romano en época de Augusto

La escultura romana de esta época se idealiza. Los rasgos acusados se disimulan.

Retrato de Tiberio

El pelo sigue siendo corto, aunque se alarga con respecto al de la República, con mechones suaves y ondulados que se van ajustando a la forma de la cabeza.

En los retratos femeninos, se muestra un peinado con el pelo recogido hacia atrás y una especie de tupé (el nodus) sobre la frente.

Escultura de los retratos durante la época de los Flavios. Siglo I

Este periodo constituye un momento de esplendor en la escultura romana. En el retrato se tiene a un realismo donde se recogen los rasgos propios del representado pero sin acusarlos.

El busto se alarga hasta recoger hombros y pectorales. El peinado se abulta y los rizos se hacen más amplios, acentuándose los claroscuros.

En el retrato femenino, Julia, hija de Tito, va a impuso peinados altos muy llamativos.

Escultura romana y el retrato de los siglos II y III

La escultura romana de los siglo II y III tienden a un creciente barroquismo. El pelo se esculpe más largo y separado de la cabeza, con rizos muy abultados y barba, por lo que se expresa un gran dinamismo.

Escultura sedente romana

Desde tiempos del emperador Adriano, se empiezan a tallar los ojos.

En la escultura femenina, Faustina aparece peinada con raya al medio en el que el pelo cae formando ondas muy suaves y se recoge en la nuca o sobre la cabeza formando un moño.

El retrato romano en el siglo IV

En este periodo avanzado del arte romano, marcado por la presencia del cristianismo, los retratos se deshumanizan. Se pierde la preocupación por hacer retratos que se acerquen a la naturaleza real hombre, y se tiende a una esquematización que aleja al emperador de la sociedad. Por tanto, su escultura se puede considerar “anti-clásica”. Las facciones son desproporcionadas y con una talla muy dura.

Tal evolución se aprecia perfectamente en las abundantes representaciones de Constantino. Este retrato tardorromano anticipa el noble hieratismo de la escultura bizantina.

Pintura Romana

Pintura de la Casa romana de la Fortuna de Cartagena

Heredera de la pintura griega se presentan las grandes composiciones del imperio romano. Pintores como Zeuxis, Apeles, Parraísos, Euponpos o Polignotos fueron grandes maestros de los que bebió la pictórica romana.  La pobreza de los materiales arquitectónicos utilizados en las construcciones romanas hizo posible un desarrollo de la pintura mural. Sin embargo no sólo se desarrolló este tipo de pintura de grandes dimensiones si no que la pintura sobre caballete fue frecuente entre las clases altas del Imperio romano.

Dos nombre destacan como precursores de la pintura histórica romana: Fabius pictor y Pacuvius. El primero, apenas conocido, vivió cerca del 300 a.c. y sus crónicas nos hablan de las pinturas que realizó en algunos templos como el de Salus en el Quirinal. Estas pinturas hacían referencia a la segunda guerra samnítica y de ellas no quedan más que referencias de Dionysios de Halicarnaso. El segundo pintor hacía las veces de poeta y al venir de Brindisi, se le podía considerar semihelénico. Nada sabemos de su producción artística aunque podemos imaginar que su tendencia hacia lo griego sería determinante.

Estos dos pintores nos remiten a un tipo de pinturas históricas en las que las representaciones batallisticas y las conmemoraciones de victorias serían los temas más frecuentes. Estas escenas militares fueron concebidas como carteles de propaganda que exhibían los generales vencedores en sus paseos triunfales al volver a casa.

Debemos destacar de estos primeros años de la pintura romana aquella que podemos denominar ‘geográfica’. Este tipo de pintura aludía a la necesidad de Roma por conocer los nuevos lugares conquistados. Un ejemplo sería el realizado en el siglo II a.c. sobre Cerdeña en el que se figuraban los hechos principales, riquezas o monumentos mediante pequeños cuadritos. Existían a mediados de este siglo II a.c. los llamados pintores de lugares campestres a modo de cartógrafo. En ellos se describían los países  en forma panorámica, vistos desde lo alto.

Otro tipo de pintura llevada a cabo en el periodo de la Republica romana fue el tipo decorativo. El uso de materiales pobres en los edificios como el hormigón, el sillarejo, ladrillos o mampostería, obligaban a colocar sobre ellos un revestimiento. Para ello las paredes se enlucían con una capa de blanco y fino estuco que posteriormente se pulía. El estuco era mármol reducido a polvo que se mezclaba con cal o cola para su adhesión a la pared. La técnica de las pinturas murales producidas dentro de las casas romana está inspirada en la tectónica griega, es decir, la división del muro en tres partes: Zócalo, superestructura y zona intermedia. Ampliándose más tarde con frisos y platabandas. Otra innovación de la pintura romana es la apertura del muro mediante una perspectiva pintada en forma de ventana abierta  en la cual se introducían los personajes de dos formas: Mediante pequeños cuadros figurados ó bien colocando a los personajes sobres los zócalos a modo de espacio teatral.

La propagación de esta pintura decorativa viene dada por el ansia de lujo interior y suntuosidad que las clases pudientes romanas buscaban para sus viviendas. La ausencia de muebles y los grandes espacios de patios y estancias hacían necesario estos revestimientos. Los artificios pictóricos permitían crear efectos con mayor facilidad y con menos coste. Un pedazo de arquitectura pintada se hace más deprisa y también ocupa menos espacio que su construcción en piedra.

Fragmento de pintura romana en el Museo Arqueológico de Alicante

A pesar de la gran cantidad de viviendas y edificios públicos en los que se desarrolló la pintura, es cierto que la que ha llegado hasta nosotros no es representativa de toda la época romana. Más bien los ejemplos se reducen a un tiempo y a una localización geográfica determinada. La mayoría de ellos proceden de las dos ciudades sepultadas por la erupción del Vesubio: Pompeya y Herculano, ambas en los alrededores de Nápoles. De Roma, la gran urbe, apenas tenemos. La amplitud cronológica se marca durante dos siglos, con fin en el año 79 con la catástrofe volcánica. Más allá de esta fecha los restos son prácticamente nulos, si bien sabemos de decoraciones en tiempos de Adriano como alguna bóveda en cámara funeraria o el comienzo de las pinturas de las Catacumbas cristianas.

Los autores de estas pinturas nunca fueron mas allá de ser simples artesanos con una destreza especial, los cuales conocían los repertorios de la gran pintura griega. La técnica utilizada para el enlucimiento de las paredes romanas era la técnica al fresco. A lo largo de los años de estudio se ha producido entre los investigadores de la materia una discusión que ha dado por buena finalmente la aceptación del fresco. Los colores se aplicaban a la pared recién enlucida y húmeda, con ellos conseguían que al aplicar las tintas de los colores, estos penetraran creando una capa gruesa. En ocasiones se pintaba directamente en seco si el enlucido se había secado. Esta pintura se reconoce de inmediato puesto que la poca adhesión del color hace que se cuartee más fácilmente. 

Cuatro son los estilos en los que se ha dividido estilística y cronológicamente la pintura romana. Esta clasificación viene definida por las pinturas encontradas en las ciudades de Pompeya y Herculano, vinculando más adelante diversos restos encontrados en otros lugares del Imperio.

Primer estilo Pompeyano

Este estilo se ha denominado de diversas maneras siendo el término más utilizado el de Incrustación por cuanto imita el revestimiento de mármoles. Consiste en la simulación de paredes marmóreas y jaspes veteados a las construidas con sillares labrados. El color de estos mármoles ficticios figura altos zócalos, pilastras adosadas frisos o columnas exentas. Son grandes composiciones murales copiadas de los efectos producidos por los revestimientos reales de mármol.

La influencia que en este primer estilo representa la pintura griega, le da la  definición de estilo Helénico. Su marco cronológico abarcaría la segunda mitad del siglo II a.c. hasta los primeros decenios del siguiente.  Los ejemplos más sobresalientes de esta etapa serán la Casa di Sallustio y la del Fauno, ambas en Pompeya. En Roma podemos destacar el palacio Flavio situado en el Palatino.

Segundo estilo Pompeyano

Denominado ‘arquitectónico’, su propio nombre indica, que representa arquitecturas ya completas. La percepción de esta arquitectura va más allá de la unión de elementos constructivos como columnas o frisos. En este estilo se utilizan juegos de luces y sombras que crean relieves. Igualmente se forman líneas de fuga en los elementos pintados que asemejan estar exentos de la pared. Se crea una perspectiva de paisaje externo a la estancia en la que se coloca la pintura. Así pues se simulan paisajes bucólicos a través de ventanales en los que se introducían casas romanas y por primera vez personajes. Éstos eran representados en escenas mitológicas o de género. Todo ello contribuía a crear ilusiones de ámbitos espaciosos que se movían y estaban abiertos a la naturaleza. Introduce por primera vez la figuración de bodegones cotidianos.

A diferencia del primero, este estilo es ya propio  de la cultura romana y no una importación griega, si bien debemos destacar que los temas mitológicos de las escenas si pudieran tener herencia griega y no así las arquitecturas en los que se enmarcan. Su marco cronológico se inicia en los tiempos de Sylla extendiéndose hasta los de Tiberio, con etapas de gobierno tan importantes como los de Cesar y Augusto. La villa Farnesina de Roma junto con la Villa de los Misterios de Pompeya serán los ejemplos más destacables de este tipo arquitectónico.

Tercer estilo Pompeyano

Denominado también estilo de los Candelabros por su carácter ornamental. Introduce arquitecturas fantásticas e inverosímiles que se escapan de toda realidad formal y compositiva. Igualmente podemos ver la inclusión de elementos no arquitectónicos como amorcillos que sostienen guirnaldas formando frisos irreales. Este tercer estilo fue bastante efímero puesto que las innovaciones del cuarto pronto se impusieron. Llega a su fin en tiempos de Nerón con pinturas en la Domus Áurea como obra cumbre. En esta Casa romana se inspirarían los artistas del renacimiento para sus decoraciones de grutescos y candelieris, tan manidas en todos los ámbitos de este periodo.  

Cuarto Estilo Pompeyano

El terremoto acaecido de la ciudad de Pompeya en el año 63 causo tales destrozos en ella que se debió reconstruir la mayoría de la ciudad. Este hecho es el determinante para conocer la cronología de este estilo ya que todos los revestimientos se hicieron de nuevo, a pesar de que algunos años después se malograran en la erupción del Vesubio. La técnica utilizada en estas nuevas pinturas buscaba los efectos irreales y sorprendentes dejando a un lado la pericia y el preciosismo anterior. Las simulaciones arquitectónicas decaen a favor de composiciones fantásticas, irreales y mágicas que no contienen una realidad objetiva.

Los ejemplos que nos han llegado, tanto de Roma como de Pompeya, hacen que podamos establecer diferencias entre los dos ámbitos geográficos. En Pompeya existe una predilección por los colores vivos como el púrpura, el rojo cinabrio, el azul intenso, o el amarillo dorado para las columnas. Sin embargo en Roma, las entonaciones son claras sobre fondos totalmente blancos. En Pompeya son numerosos los cuadros murales en los que se representan diversos temas. El espacio central y por tanto, el mayor se reserva para temas mitológicos con desnudos incluidos. En roma son raras estas grandes composiciones, aquí se reproducen pequeñas escenas con figuras humanas, siendo frecuentes los paisajes marinos.
           
Como ya hemos referido las obras más importantes se concentran en las dos ciudades italianas con la casa de Lucretius Fronto o la casa de los Vetii ambas en Pompeya. En Roma son fabulosos los corredores pintados y las grandes salas de la Domus de Nerón que también agrupa el tercer y cuarto estilo.

Mosaicos Romanos

Mosaico romano del MAN (Museo Arqueológico Nacional)

La palabra mosaico proviene etimológicamente de la palabra griega “musa”. Se ha llegado a decir que tal nombre era debido a que en el mundo clásico, se consideraba un arte tan magnífico que debía estar inspirado por las musas.

Los mosaicos tienen un origen muy antiguo. Se han hallado mosaicos en Creta, Mesopotamia, y por supuesto en Grecia, Roma y el Imperio Bizantino.

En Bizancio, desde la creación de Imperio Romano de Oriente el arte del mosaico griego y romano se combinó con la tradición oriental y dio lugar a mosaicos con grades cantidades de oro. Además, se aplican los mosaicos a la arquitectura religiosa mientras que en el mundo romano se aplicaba a la arquitectura doméstica.

De Bizancio, los mosaicos pasarán también al mundo islámico.

Ya en tiempos modernos se desarrollan desde el Renacimiento hasta nuestros días.

Como curiosidad se sabe que también existió una técnica especial de mosaico en la América Prehispánica.

Un mosaico en su origen es una obra compuesta de piedrecillas, terracota o vidrios de varios colores. También puede estar hecha de madera. Por extensión se llama mosaico a cualquier obra realizada con fracciones diversas.

Los mosaicos romanos se basan en los tapices y especialmente en la pintura. Tiene la ventaja con relación a la pintura de su gran durabilidad. Sin embargo los asuntos representados en los mosaicos son los mismos que pueden encontrarse en la pintura, aunque obligadamente su perspectiva es más falsa y forzada.

Los mosaicos romanos muestran los mismos motivos y estética que la pintura romana. MAN

La obra del mosaico se realizaba sobre todo en grandes superficies planas, como paredes, suelos y techos, pero también se adaptó a simples objetos o pequeños paneles.

Es en época griega helenística cuando empieza a perfeccionarse este arte, creándose obras con temas complejos y episodios de la vida cotidiana y de la mitología. Los materiales que se emplean ya en esta época son mármol, vidrio, ónice, etc.

Es por ello que cuando los romanos conquistan Grecia incorporan los mosaicos a sus construcciones y se especializan en ellos creando toda una producción artístico-industrial.

Fragmento de uno de los mosaicos con escenas marítimas

Tipos de mosaicos
Los romanos construían los mosaicos con pequeñas piezas cúbicas llamadas teselas. La palabra tesela viene del latín tessellae, que a su vez viene del griego y que significa, cuatro.

Así la obra de mosaico se llamaba opus tessellatum. El material de estas teselas era rocas calcáreas, vidrio coloreado, cerámica, etc.

Existen numerosos mosaicos con hermosas figuraciones geométricas. Villa de Carranque

La teselas se elaboraban con sumo cuidado y en diferentes tamaños y colores para que el artista pudiera colocarlas según el dibujo a modo de puzzle y aglomeradas con cemento
Dependiendo del tamaño de las teselas, de los dibujos y del lugar de destino del mosaico, los romanos daban un nombre diferente a este trabajo:

  • Opus vermiculatum Piedras muy pequeñitas. Con ellas el artista podía dibujar con bastante precisión los objetos y las líneas.
  • Opus musivum, Mosaicos que se hacían para los muros.
  • Opus sectile, Se usan piedras más grandes y de diferentes tamaños. Se recortaban placas de mármol de diversos colores para componer las figuras.
  • Opus signinum, de Signia. Se obtenía con los desechos un polvo coloreado que al mezclarlo con la cal daba un cemento rojizo muy duro e impermeable. Este producto se empleó bastante en toda Italia y en Occidente para crear los suelos y como revestimiento de piscinas (estanques para peces), cubas de salazón, aljibes, etc.

Distinguían además entre la obra de musivum (mosaico) y la de lithostrotum, literalmente “pavimento de piedra” en sentido general. Se llamaba así al pavimento de una vía o camino, de una plaza abierta o de un foro, o al del suelo de algún edificio.

Se daba a la obra este nombre de lithostrotum cuando el material consistía en piedras naturales de formación volcánica (sílex) y mármoles de diferentes colores. Los bloques para la construcción eran poligonales.

La técnica de los mosaicos

Para hacer las teselas de mármol o de piedra de color, se cortaba el material en finas láminas, luego en tiras y después en cubos. Para obtener las teselas de vidrio fundido (que podía teñirse añadiéndole diferentes óxidos de metal) se vertía éste encima de una superficie lisa para que se enfriara y se endureciera.

Las escenas mitológicas estuvieron muy presentes en los mosaicos romanos. Este mosaico es de la Villa de Carranque (Toledo)

Después, con una herramienta afilada, la lámina de vidrio coloreado era cortada en tiras y luego en cubos. Las teselas de oro y plata se obtenían colocando pan de oro o plata encima de una lámina de vidrio de tono pálido. La superficie se cubría con un frit (capa fina de vidrio empolvado) y se calentaba en un horno para sellar el oro y la plata entre las capas de vidrio. A continuación se dividía la lámina en cubos.

También había que preparar concienzudamente la superficie allanándolo con varias capas superpuestas para que estuviese bien liso, puesto que cualquier irregularidad podía llevar a la fractura de algunas teselas y esto conducir a la degradación de toda la obra.

Excelente mosaico romano en el Museo Arqueológico de Palencia

La función de los mosaicos romanos

Inicialmente en Roma no se empleaban los mosaicos para los suelos para evitar su deterioro y sí en techos y paredes. Posteriormente descubrieron que los mosaicos podían resistir las pisadas y comenzaron a aplicarse masivamente para los pavimentos.

Escena de caza. Carranque

Los mosaicos eran para los romanos un elemento decorativo para los espacios arquitectónicos de tal manera que no había palacio o villa romana donde no hubiera mosaicos.

Afortunadamente, la alta resistencia de los mosaicos romanos ha permitido su buena conservación durante siglos y el número conservado es muy numeroso, especialmente en museos donde su conservación es idónea. No así cuando se hallan a la intemperie, en ciertos yacimientos arqueológicos pues su deterioro es mayor y están sujetos a frecuentes expolios.

Mosaico romano en Medinaceli

En numerosos lugares, se sabe que hay villas y otros edificios por excavar por lo que se sabe que son numerosos los mosaicos por descubrir.

Mosaicos romanos precristianos

Entre los primeros mosaicos de Pompeya se encuentran las escenas polícromas de finales del siglo II y principios del siglo I a.C. El Mosaico de Alejandro, en la Casa del Fauno, representa la batalla de Alejandro contra Darío III y se cree que es copia de una pintura helenística del siglo IV a.C., aunque lo más probable es que fuera realizado en el siglo I a.C.

En general los mosaicos romanos representan sobre todo motivos geométricos y también con mucha frecuencia, escenas mitológicas. A un segundo nivel aparecen motivos costumbristas: juegos, cacerías, escenas amatorias y eróticas, etc.

Otra muestra de los mosaicos de este periodo son los que podemos ver en Centcelles (hoy Constantí) en la provincia española de Tarragona. Los mosaicos de Antioquía (en Turquía), que datan de finales del siglo II al VI d.C., muestran una predilección por los temas figurativos polícromos. Los temas mitológicos, como el Juicio de Paris, Narciso y Los trabajos de Hércules, están realizados con gran realismo y brillantes colores.

Mosaicos romanos cristianos
en los primeros mosaicos cristianos del siglo IV al VI d.C. Se observan figuras humanas, animales y pájaros y escenas de caza enmarcadas por decorativas cenefas.

En la iglesia de Santa Constanza de Roma, construida hacia 350 d.C., las bóvedas están decoradas con mosaicos de zarcillos y dibujos geométricos que enmarcan figuras de origen pagano.

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