Hacia fines del siglo diecinueve surgió el interés por estudiar al detalle las vidas de las gentes brillantes, notables por su intelecto y sus obras. Los primeros trabajos sobre estas personas se deben a Francis Galton, Havelock Ellis y Cesare Lombroso.
Es ya en los años cincuenta del siglo XX que el tema reaparece con otro cariz, es decir, desprovisto de prejuicios racistas, que caracterizaron a los autores decimonónicos. En el Berkeley Institute of Personality Assesment se empieza a estudiar la biografía de artistas y científicos destacados con el ánimo de definir una personalidad creativa. El objetivo es hallar denominadores o rasgos comunes (Barron, 1976). En jerga psicológica, se asume un enfoque nomotético, aquel que busca establecer leyes generales.
En años recientes, el estudio prolijo de sujetos y personalidades creativas ha sido encabezado por Howard Gruber, Dean Simonton y Howard Gardner (1993, 2001). Es así como parece haberse llegado a un perfil del individuo creativo.
Se han expuesto varios perfiles de la persona creativa. Gowan, Demos y Torrance (citados por Romero, 1994) presentan su propia lista de rasgos afines a la personalidad creativa: curiosidad, espíritu inquisitivo; originalidad de pensamiento y de acción; independencia de obra y pensamiento; fértil imaginación; inconformismo; captación de relaciones desapercibidas para los demás; fluidez de palabras y acciones; constancia en sus acciones y aprecio por la complejidad.
Creatividad e inteligencia
Sólo resta aludir al vínculo entre creatividad e inteligencia. De acuerdo a los entendidos, las personas más creativas no son siempre las de más alta inteligencia. Si bien resulta indispensable contar con cierto nivel de inteligencia superior para ser creativo, los hechos muestran que buen número de personas de inteligencia normal promedio hacen gala de ideas ingeniosas y creativas. Aunque parezca curioso, también hay personas inteligentes y muy poco creativas.
Según los entendidos (Ricarte, 1998), el sujeto inteligente ejercita un pensamiento convergente, esto es, en un solo sentido: se esfuerza por hallar la solución correcta a un problema y sólo una. Mientras que la persona creativa practica un pensamiento divergente, es decir, va más allá de lo usual y se esfuerza por producir más de una solución a determinado asunto o dilema.